sábado, 22 de agosto de 2015

Capítulo XXVII: La Casa del Espíritu Santo

No podía sacar de mi mente que la boda entre Doña Blanca de Borbón y Don Fadrique pronto se habría de celebrar. Por fin los amantes se convertirán en sólo uno. Abandonando la monarca castellana el gélido castillo seguntino. Al romperse las cadenas que la atan a aquel paraje, gracias a la “Heka” de los egipcios. Las palabras mágicas del hermetismo que el Gran Maestre en escasos instantes pronunciaría. 

Era el 7 de noviembre y el silencio sepulcral se apoderaba de la “Casa del Espíritu Santo.” Cuna del esoterismo. Recinto donde se guarda con sumo celo el conocimiento que no se puede revelar. Edificio rodeado de un frondoso jardín, desde el que se vislumbra en todo su esplendor su enigmática bóveda. Coronada por una piedra cúbica en punta. Precediendo tan magnánima obra está el pozo de iniciación. Cuyos muros se han convertido en vestigio de los más antiguos ritos. Y en el centro de nuestro Jardín del Paraíso se alza imponente la estatua de Hermes, el que muestra la ruta a aquel que esté dispuesto a penetrar en el mundo del saber. (Leer más

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