miércoles, 30 de septiembre de 2015

Capítulo XXXII: La profecía

Tras haber inoculado el elixir, mediante el discurso dado, nos dirigimos a la “Casa del Espíritu Santo.” Cogí las aldabas de la puerta y toqué tres veces. Abriéndose inmediatamente. Atravesamos el Pavimento de Mosaicos, conformado por idénticos cuadros blancos y negros. La apertura de la cripta del venerable Christian Rosenkreutz se había consumado. Penetramos en la sala y sobre la tumba había un cofre que guardaba nuestro tesoro más preciado, el libro sagrado. Documento que recoge una a una las visiones que Christian Rosenkreutz tuvo durante su estancia en Damcar. Fue entonces cuando procedí a pronunciar con la mayor solemnidad el anuncio que durante tanto tiempo habíamos esperado y que en la obra aparecía reflejado:

“Prestad atención al sonido emitido por las siete trompetas si queréis en el Uno converger. Prestad atención al mundo inteligible y no solamente al sensible si por fin me queréis ver. Pero previamente los siete candelabros habréis de encender y de las siete copas beber. Depositando en el altar azufre, mercurio y sal para conquistar la suprema individualidad. La Tercera Gran Reforma es imparable, porque este es el número mágico. Porque Sanat Kumara, el Señor del Mundo, acaba de rozar la divinidad. Esta es mi profecía y tened la certeza de que acaecerá tal como os he relatado. Ya que así quedó fijado por vuestros antepasados. Y hasta que nos reencontremos en el séptimo cielo os brindo mi eterno saludo fraternal: Per Crucem ad Rosam.” (Leer más

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