miércoles, 27 de agosto de 2014

Capítulo XXIII: El ideal del hombre nuevo

Hemos ante todo de tratar de cambiar el ideal del hombre nuevo imperante. Unido al mito del Estado productor de felicidad, que determina nuestro devenir. Considerándonos inmaduros, por lo que tenemos que ser tutelados. Y queriendo crear en este mundo la ciudad perfecta, en la que habita el hombre perfecto adoctrinado, termina propiciando un clímax infernal. Y es que la política aspira a convertirse en esa energía generadora, el nuevo Creador de la “religión secular” que religa, una, a los ciudadanos.

Esta religión que emana de un ser superior, el Estado erigido en Dios, desplaza a las religiones dogmáticas que hasta ahora hemos conocido. Empero, al no admitir otra vida más que la terrenal, ensalza el arquetipo de la eterna juventud. Enalteciendo al hombre exterior y obviando al interior. Es por ello que propone para líderes del grupo, y lo aduce como una virtud, al joven, lo que asimila a regeneración. Cuando lo cierto es que a lo largo de nuestra historia el jefe había sido siempre el más sabio, poseedor de una gran experiencia y bagaje, o sea, el mayor.

Por tanto, al partir de la quimera de que los políticos sólo buscan el interés general y que por ser joven se aporta un halo de renovación, abonamos las robustas raíces del desengaño. Pero, a pesar de ello, se prosigue en la misma línea. Aumentando la intervención, la regulación, en pro de sortear los fallos suscitados por el error de concepción inicial en cuanto a la naturaleza humana se refiere. (Leer más)

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