viernes, 8 de agosto de 2014

Capítulo XXII: El Alma del Mundo

Ralf Hayek, el eterno profesor de Economía de la Universidad de Salamanca, residía en una pequeña y hermosa casa que daba al lago. Desde donde se podía contemplar un bello y místico paisaje. Estaba esperándonos en la puerta con su gran sonrisa que irradiaba paz y tranquilidad. Y dándonos un caluroso abrazo nos dijo: “No hace falta que me contéis nada, he percibido cada noche en mis sueños el pesar de María. Y sentido el gélido susurro de Doña Blanca de Borbón. El momento ha llegado. Un nuevo ciclo de 120 años ya ha pasado. Aunque quizás España ya esté irremediablemente condenada. Pero esta es nuestra misión y hemos de cumplirla.

Y ahora hago mías las palabras que San Bernardo de Claraval formuló a los templarios, para anunciaros que: “Estas delicias del universo entero, este Tesoro del Cielo, esta herencia de los pueblos fieles están confiados a vuestra fidelidad, mis queridos Amigos Caballeros, y recomendadas a vuestra prudencia y a vuestro valor”. El “combate por el Alma del Mundo” ha comenzado.”
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