martes, 18 de mayo de 2010

Capítulo XLIV: La Constitución de la Segunda República

El 09 de Diciembre de 1931 el Presidente de las Cortes promulgaría la Constitución por la que se regiría la Segunda República. Decretando la soberanía popular y el sufragio universal, tanto masculino, como, por primera vez, femenino, para los mayores de 23 años. Declarando asimismo la división de poderes. La organización territorial se adscribiría a un modelo que se calificó como Estado integral, a medio camino entre el unitario y el federal. Los órganos constitucionales serían: las Cortes (unicamerales), el Presidente de la República y el Gobierno.

La Segunda República fue una iniciativa en gran medida de los intelectuales, al frente de los cuales se situaría la generación del 14, capitaneada por José Ortega y Gasset (1883-1955). Quien viendo el cariz que tomaban las cosas, al parecer decepcionado, decidiría disolver la Agrupación al Servicio de la República en 1932.

Un contexto eminentemente conflictivo. Repleto de abruptas contiendas protagonizadas por las dos eternas Españas. Impidiendo la fraternal reconciliación bajo la bandera de la tercera: la de la libertad, la integración y el progreso.

Y en cierta medida pareciera que los puntos candentes de aquel momento, volviesen a surgir en esta era: la controvertida constitucionalidad del polémico Estatuto catalán, la presunta politización del Tribunal Constitucional, los recelos a tenor del reparto competencial,…

El grado de desencanto fue tal, que Salvador de Madariaga llegaría a definir a la Segunda República como el “trágico disparate”. Incluso Unamuno apoyaría inicialmente a los rebeldes, cuya sublevación y fallido intento de Golpe de Estado desencadenaría la cruenta Guerra Civil. Queriendo ver en los militares la autoridad regeneracionista necesaria para encauzar la deriva nacional. Rectificando rápidamente su actitud y arrepintiéndose públicamente el 12 de Octubre de 1936, en el acto de apertura del curso académico de la Universidad de Salamanca, ante los improperios lanzados por el general José Millán-Astray: “Venceréis, pero no convenceréis. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta; pero no convenceréis, porque convencer significa persuadir. Y para persuadir necesitáis algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil pediros que penséis en España”. (Leer más)